Hoy tuve una fantasía. 10 de la mañana, frío. Mis
muslos se enredaban y retorcían las sabanas, casi tan fuerte como mis puños. El destello imperativo del sol se revolvía
con mis pestañas trastornándome, conduciéndome.
A la radio le dio por cantar muy alto, y a la melodía por llegar precisamente
hasta donde yo escuchaba. Viajo. Estábamos tú y yo como dos adolescentes; con
los jeans arremangados y húmedos de tanto estar tirados en la playa. Soplaba el
viento salino, y nuestras narices enrojecidas por el frío parecían no entumecer
la tensión vibrante que estrechaba nuestras manos ¡Que delicioso chocar de
dientes, que apetitosa ansiedad! Aún no
terminaba la melodía y sentí hambre, a pie de gato bajé hasta la cocina por
algo caliente. Tomé la taza con ambas manos y al sentirla rozar mis labios me
parecía estar de nuevo en aquella fantasía, en aquella playa… esta vez era
nuestro primer beso.
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